domingo, 5 de diciembre de 2021

Pasaporte




"Había una vez, en un país muy muy cercano, un comité de expertos (que en realidad no existían, aunque a nadie le importaba y obedecían igual), que anunció a la población que la primera causa de muerte es la enfermedad cardiaca, pero según unos estudios, el riesgo se reducía mucho si tomabas aspirina cada día. El estudio lo había hecho la empresa que fabricaba las aspirinas, pero es solo un detalle insignificante. Así que el gobierno decidió que todo el mundo tenía que tomar una aspirina todos los días, y a la gente le pareció muy bien. Bueno, a casi todos. Hubo un pequeño grupo de personas que protestaron: "es que yo soy alérgico a la aspirina", "es que soy hemofílico y no puedo tomar anticoagulantes", "es que yo no necesito medicación, no tengo ninguna enfermedad cardiaca", pero nadie les escuchaba. Había que obedecer las ordenes del ministro de sanidad, que sabía mucho de medicina porque tenia la carrera de Filosofía. 

 Todo el mundo empezó a tomarse sus aspirinas, incluso las embarazadas (lo que provocó muchos abortos), incluso niños de 5 años que no corrían ningún riesgo de sufrir un infarto, y si de sufrir efectos secundarios. No importaba. La histeria de las aspirinas se había apoderado del país. "Es por el bien común, hay que pensar en la balanza riesgo-beneficio, ¿Qué son unas pocas muertes por hemorragias, comparado con la disminución en el numero de infartos?". En la televisión no hablaban de otra cosa en todo el día que de lo maravillosas que son las aspirinas, y lo malvadas y egoístas que son las personas que se niegan a tomarlas. Decían que por su culpa estaban los hospitales saturados, y que si llevas dos años en lista de espera para que te operen la rodilla, la culpa es de los "negacionistas de la aspirina", que colapsan los hospitales con sus infartos porque se niegan a tomar la medicación que los evita. Mientras tanto, el gobierno recortaba en sanidad y despedía a miles de médicos y enfermeras, pero no importaba, la culpa de todos los problemas era de los "negacionistas de la aspirina", que los estaban matando a todos. 

 Pronto se instauró el PAS (pasaporte de la aspirina), que solo recibían los buenos ciudadanos que tomaban cada día sus dosis de aspirina. Sin ese PAS no podías trabajar, ni hacer la compra, ir al cine, a un restaurante, ni a ninguna parte. Los buenos ciudadanos estaban muy contentos, "así aprenderán los "negacionistas de la aspirina" a obedecer las ordenes como todos los demás, y a no ocupar camas de hospital, que tienen que estar libres por si yo la necesito". Algunos aún les parecía poco castigo, y pedían que los encerraran en casa y no les dejaran salir, así que, cuando el gobierno los llevó a campos de concentración, nadie protestó. Se alegraron. "Por fin tendremos una buena sanidad, sin esos negacionistas colapsándolo todo". Unos meses después, algunos buenos ciudadanos se dieron cuenta que su PAS ya no funcionaba. Pronto les llegó la carta del gobierno: "Tu PAS ha sido anulado porque este mes has hecho demasiados km con el coche y contaminas mucho. Es por el bien común". "

Sólo es un cuento. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.