lunes, 2 de octubre de 2023

Anatomía de una epidemia


 

En las últimas décadas las emociones humanas se han convertido en una patología. Ya no puedes estar nerviosa, o ansiosa, o deprimida, ni siquiera por una muerte en la familia. En seguida te medican. Si vas al médico te recetan pastillas cuando lo único que necesitas es hablar con alguien que te escuche (pero es más barato darte pastillas que una hora de visita a la semana con un terapeuta), Si no vas, la familia y los amigos te animan a que vayas, porque esperan que las pastillas te calmen y te callen la boca. En lugar de llorar tu pena, hacer el duelo, y luego recuperarte, te drogan, te dejan zombi, y quedas atrapada en esa etapa para siempre.

A pesar de toda la propaganda psiquiátrica, nunca se ha demostrado que la depresión esté causada por un déficit de serotonina, ni la esquizofrenia o la bipolaridad es un problema de la dopamina. Lo que si está demostrado es que los antidepresivos, los antipsicóticos, los somníferos, etc, alteran tu bioquímica cerebral, y después de unas pocas semanas el efecto se vuelve irreversible. Niños movidos, adolescentes introvertidos. universitarios ansiosos, divorciados deprimidos... gente que hace solo unas décadas se hubiera recuperado por si sola de una mala época de su vida, quedan enganchados de por vida a una medicación que no solo no les ayuda, no solo tiene muchísimos efectos secundarios, si no que les empeora la ansiedad, la depresión, el insomnio, o cualquiera que sea el problema inicial. 

Estoy muy orgullosa de no haber seguido ese camino, a pesar de que me han intentado empujar a el varias veces. He tenido casi toda mi vida TEPT (trastorno de estrés post traumático), con todo lo que ello implica: ansiedad, depresión, pesadillas, ideas suicidas, fobia social... Nunca creí que las drogas fueran la solución (quizás porque vengo de una familia de alcohólicos y drogadictos). Como los médicos solo saben recetar, he tenido que apañármelas sola, improvisando los remedios que se me ocurrían en ese momento. Hacer mucho ejercicio para calmar los nervios, tomar vitaminas, meditar antes de dormir, aromaterapia, escribir un diario cuando no tenía con quien hablar, leer o ver TV cuando estaba muy mal para distraerme, acariciar al gato... Funciona. Casi siempre. Al menos nunca he estado internada ni necesito una docena de pastillas para funcionar y otras tantas para dormir. Que es más de lo que pueden decir muchos.

Hoy día la gente no sabe gestionar sus emociones y esperan que la medicación lo haga por ellos.

"Con los neurotransmisores no se juega." Liebreblanca.

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