martes, 4 de diciembre de 2012

Todos somos electrosensibles




En la edad media cuando llegaba una peste se atribuía a un castigo divino. Hoy día la mayor parte de las enfermedades son causada por la estupidez humana. Un caso clarísimo es la electrosensibilidad, donde los responsables (industrias y autoridades políticas principalmente) se lavan las manos y se llenan los bolsillos. 

La industria sabe que juega con el tiempo a su favor: si consigue, con poderosas campañas de marqueting, hacer sus productos "indispensables", poco importará que finalmente se demuestren los peligros. La población ya es adicta. Igual que sucede con el tabaco, que no solo a mucha gente le está resultando imposible dejarlo, si no que los jóvenes se siguen enganchando a pesar de conocer perfectamente sus peligros. La industria de la telefonía a conseguido volver su producto tan "imprescindible", que aún que se demuestre más allá de toda duda razonable que causa múltiples enfermedades la gente se encogerá de hombros, dirán "de algo hay que morir", y los seguirán utilizando.

Una solución intermedia sería llevar el móvil apagado para usarlo en caso de emergencia. Encenderlo, hacer la llamada y volverlo a apagar. Pero parece que no estar disponible en todo momento es pecado, y no digamos si buscas trabajo y esperas una llamada...

A nivel individual hay poco que podamos hacer, pero ese poco puede ser mucho: desenchufar todos los aparatos eléctricos que no estemos utilizando, aunque estén apagados, cambiar el wifi y el inhalámbrico por cable, el radio-reloj por un despertador a pilas, deshacerse del microondas... por cierto, una prueba curiosa que es muy fácil de hacer en casa: metes un móvil en el micro, cierras la puerta y haces una llamada con otro teléfono. Si suena, es que no está bien aislado y las ondas pueden entrar, y lógicamente también pueden salir. O tiras el microondas o sales de la cocina cada vez que lo enciendas.

"Si el teléfono móvil fuera un medicamento, estaría prohibido". Devra Davis.

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